Cuando lees en la prensa que una película
española recibe los calificativos de brillante, soberbia y magnífica; buscas
rápidamente un hueco en tu agenda para acudir al cine. Pero todas las buenas
críticas lo único que generan son tan altas expectativas que, en mi caso, han
hecho que la película me decepcione.
La historia de “La Isla Mínima” se centra en un
pequeño y olvidado pueblo de las marismas del Guadalquivir. Dos policías
ideológicamente opuestos son sancionados y obligados a desplazarse hasta este
pueblo para investigar la desaparición de dos chicas
adolescentes. Los policías deben superar sus diferencias y enfrentarse a un
asesino que lleva años matando a las adolescente del lugar.
El ambiente que crea la película es
espléndido. La fotografía es
sobresaliente y hay que destacar los planos en movimiento y todos los
magníficos planos cenitales de las localizaciones y de los paisajes. Raúl
Arévalo y Javier Gutiérrez están brillantes en sus interpretaciones; sobre todo
este último que tiene un personaje bastante complicado. No son de extrañar, por lo
tanto, los premios recibidos en el Festival de Cine de San Sebastián a mejor
fotografía y mejor interpretación masculina. Además, la música y el uso del
silencio para aumentar el suspense son perfectos. Pero falla lo más importante:
el desarrollo de la historia.
El
problema es el guion, que esconde una historia potente pero que es desarrollada
de forma lenta y confusa, llegando a aburrir en ciertos momentos. Hay una gran
cantidad de sobreinformación y tramas secundarias, que hacen que te pierdas en la historia, no la
llegues a comprender y que esperes una explicación que no tendrás. Está narrada
de una forma que parece que lo bueno está por llegar, pero nunca llega. Las coincidencias
que van guiando a los protagonistas a resolver la historia terminan en un final
más que confuso.
En
general, me parece que está magistralmente rodada, que las actuaciones son
insuperables y que la fotografía y el sonido son perfectos pero, la historia
plana y aburrida me ha dejado con una sensación de insatisfacción. Todo ese
despliegue de medios humanos y técnicos podrían haber convertido al filme en
uno de los mejores del cine español, pero la historia hace que la película se
quede a medias.
Para
concluir me gustaría reflexionar acerca de dos aspectos. El primero, ¿por qué
ese título? Y segundo y haciendo referencia a la frase con la que termina el
largometraje: ¿Todo está en orden, no? Pues no, no está en orden, aún no sé
quien es el culpable.
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